cocina asiática

¿Qué hace tan especial a la cocina asiática?

El continente más grande del mundo nos ofrece delicias para todo tipo de gusto. Dulce, agrio, picante, una gran gama de sabores están disponibles en la cocina asiática. El turismo gastronómico contribuye en gran parte al crecimiento del turismo sostenible en Asia y el Pacífico.

La cocina asiática en sus diferentes regiones

Varios estilos de cocina asiática se han desarrollado a lo largo de la historia. En el suroeste se puede apreciar un método de cocina originario de las civilizaciones persa-árabes. En países como India, Paquistán, Sri Lanka y Birmania, el curry, arroz y chapatti son los ingredientes más básicos.

En el noroeste, el método de cocina usa muchas grasas, aceites y salsas. Y aunque la cocina japonesa y coreana son muy solicitadas, la cocina china se ha vuelto la más popular de la región.

En el sureste, que incluye países como Tailandia, Laos, Camboia, Vietnam, Indonesia, Malásia, Singapur y Brunéi; el arte del salteado y cocinar al vapor usando cítricos, hierbas y especias especiales es lo más popular.

Características de la cocina asiática

Una enorme gama de sabores fuertes y únicos son algunas de las razones que popularizaron este estilo de cocina en todo el mundo. La mejor comida asiática te da una experiencia intensa de sabores profundos y contrastantes, haciendo que siempre quieras probar más.

Cada platillo se cocina usando una variedad de especias y condimentos que ayudan a sacar sabores muy distintivos.

La comida tiene ingredientes comunes como el arroz, ajo, cebolla, salsa de soya, mariscos, etc., cocidos de diferentes maneras. Aunque diferentes platillos tengan los mismos componentes, el sabor cambia cuando los fríes, salteas o cocinas al vapor.

Por lo tanto, la comida es cocida a través de métodos y técnicas especializadas representando cada cultura de la cual origina.

Así que es más que sólo una experiencia gastronómica intensa porque te permite descubrir las diferentes culturas de otras regiones asiáticas.

Publicado por Othón Vélez O’Brien.